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12 mayo 2006

Punto de Mira - El gato y el ratón



(Este artículo fue emitido en Canal7 TV, en el espacio de “La opinión” el día 4 de mayo de 2006, edición 21:30 h)



El gato y el ratón



Los nacionalistas vascos y catalanes están de enhorabuena; no así sucede con el resto de los españoles que no comulgamos con sus consignas.

Ibarretxe ha explicado ante los periodistas la visión que tiene del mundo una niña a través de un dibujo en el que se ve a la madre, la niña, el gato, el ratón y un árbol (aunque no sea el de Guernica) y, no podía faltar, un corazón. Por supuesto, la imagen no puede ser más infantil, ingenua e incluso ‘naif’, para explicar la visión que los nacionalistas tienen de lo que debe ser la actitud dialogante del Estado español con los interlocutores válidos que se le ponen en frente por decreto de las armas: Otegui y sus secuaces, entre los que se incluyen los chicos patriotas de ETA.

Naturalmente, la alegoría en forma de dibujo infantil está servida. La madre es España (sin olvidar al País Vasco que forma parte de ella aunque ahora quieran reinventar la historia, los hechos y hasta la propia memoria individual de cada ciudadano); la niña es la ‘nación vasca’ que pide perdón a su madre por algo mal que ha hecho involuntariamente, lo que traducido al román paladino es: cerca de mil muertos y un innumerable números de heridos con secuelas irreversibles físicas y psíquicas, y miles de familias destrozadas; el gato es el Estado español (debe ser porque su sede está en Madrid que es la ciudad de la que los nacidos en ellas reciben el apodo de ‘gatos’). El ratón no puede ser más que el gobierno vasco que, por ser ratón, no hace más que roer y roer la paciencia, la tolerancia y el aguante del resto de los españoles que están hartos ya de sus exigencias intolerables a las que ampara su primo, el de los zumos, en forma de encapuchados con la marca de la casa que es el logotipo del hacha y la serpiente enroscada. Por último, el árbol no es más que la Constitución o tronco que vertebra al Estado español y a los acuerdos nacidos a su sombra contra el terrorismo. El ratón, por eso, en el dibujo se quiere subir al árbol y hacerse el amo del cotarro, es decir, de las ramas, que es lo mismo que afirmar que se quiere ciscar en España, en su Constitución legítimamente aprobada de forma democrática, en los Estatutos de Autonomía, y en todos los acuerdos nacidos al amparo de ella y consensuados por todas las fuerzas políticas y democráticas; y, por último, el corazón, no puede representar otra cosa que la buena sintonía que reina entre el Gobierno de España y el de Ibarretxe y que debe servirnos de ejemplo a todos los españoles para llegar a un consenso con los que quieren dejar de serlo porque, según dicen, nunca lo fueron; lo cual es una contradicción lógica, una más dentro de toda la ilógica que rodea a este asunto.

Naturalmente la metáfora mueve a la emoción de todos los españoles, sobre todo, la de las víctimas de ETA y del resto de los ciudadanos con un mínimo de cordura, sensatez y vergüenza que es lo que les falta a quienes apoyan a semejante disparate político y suicidio colectivo de una nación que no es otra que España.

Ahora sólo hay que esperar a que se defina el gato, porque el ratón se ha definido demasiado y durante mucho tiempo, y así habrá que estar a que el Gobierno socialista se pronuncie para comprobar si, de verdad, es el Gobierno de la nación española y a ella sirve y a sus intereses; o es sólo el tonto útil que sirve a los intereses espúreos de los que gobiernan en la sombra, pero gobiernan de verdad al Gobierno de España, aunque de todos es conocidos cuáles son esos intereses y, desde luego, que los mismos son intereses ajenos y contrarios a los de España.

El gato se come siempre al ratón; pero si nos descuidamos un poco, en este dibujo infantil que representa a una situación que no tiene nada de inocente, el ratón se comerá al gato, al corazón, al árbol, a la niña y a la madre que la parió.



Ana Alejandre
© Copyright 2006. todos los derechos reservados.

Breviario - El ave del tiempo




El ave del tiempo


El tiempo, ave carroñera, espera agazapado en las ramas de los días, meses y años, silencioso e inmutable, esperando el momento en que se hará con su presa. El, viejo sabio, conoce la labor constante y certera que realiza en los seres vivos la certeza del cumplimiento de su siniestra promesa de que, al final, le llegará el momento a cada nueva víctima de encontrarse, cara a cara, con la imagen oscura de su propio final que dará cumplimiento a ese fatal presagio que el ave del tiempo fue anidando con esmero a lo largo de su vida.


Ana Alejandre

El presente sólo se forma del pasado y lo que se encuentra en el efecto estaba ya en la casa (Heri Bergson)



(Este cometario fue publicado en esta web en el mes de abril, pero lo incluyo ahora porque está en consonancia con ciertos aspectos del blog y sus aledaños comerciales externos a él de lo que otro día se hablará).
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05 mayo 2006

Al filo de los días - El umbral del tiempo





El umbral del tiempo

Se asoman silenciosas la horas al umbral de un tiempo que parece detenido en la rutina de los días. No existen referentes posibles en este piélago al que los seres humanos llamamos vida cotidiana o, peor aún, rutina.

Hace unos días, pocos, acaba de finalizar un puente, el de Semana Santa, en el que la escapada en busca de alicientes equívocos llevó a millones de personas a desplazarse a un lugar diferente en esa huída continua que nos lleva a todos a buscar siempre en otro lugar a aquel que no somos, pero que querríamos ser y en el que creemos que están depositadas todas las esperanzas incumplidas.

Ahora, de regreso del llamado puente de mayo, otro paréntesis más abierto entre la insatisfacción y el deseo, la vida parece tomar el mismo rumbo de siempre en el que se repiten los gestos cotidianos, los quehaceres y la costumbre, silenciosa, se queda agazapada entre los pliegues de lo que algunos llamaron “angustia existencial”. Muchos se preguntan, recién llegados del otro paréntesis en forma de escapada, cuánto falta para el siguiente punto de inflexión en forma de puente, o vacaciones, en el que olvidarse, de nuevo, de sí mismos, de esa identidad que, por manida, les parece ya demasiado pesada para seguir soportándola durante muchos meses más.

Sin embargo, el tiempo sigue avanzando en un ritmo demasiado lento para las expectativas de quienes creen que la vida siempre está en todas partes aguardándolos, menos en aquella en la que habitan. Y ese mismo tiempo que ayuda a huir de vidas no vividas nada más que en función de carretera y de emigración provisional es el que, al regreso, encuentran, implacable, como recordatorio fatal de unas vidas que se les va, precisamente porque se quedan parados, atrapados en la misma cotidianidad donde naufragan sus esperanzas, sus anhelos y esos sueños fallidos del que hacen albacea al tiempo, en una invocación, continuamente malograda, para su siempre esperado cumplimiento.
Ana Alejandre
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