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17 abril 2006

Comentario sobre "Memoria de mis putas tristes".



La obra "Memoria de mis putas tristes", de García Márquez, es considerada por algunos como poco representativa de dicho autor; pero no por su ligereza o poca extensión, como parecen señalar -ya que"El coronel no tiene quien le escriba" es una obra del mismo autor y de corta extensión, pero portentosa en su desarrollo y, además, es su preferida, según afirmaba en una entrevista de hace años--, sino porque la última obra de este autor está inspirada en la novela "La casa de las bellas durmientes" de Yasunari Kawabata, magistral obra que García Márquez recrea con su peculiar visión;pero es tan fiel a la obra que le inspira que, incluso, tiene similar extensión material en el número de páginas. Desde luego, es extraño que en niguna crítica de esta última obra de García Márquez, de las que he podido leer, no se haga hincapié en las curiosas coincidencias entre ambas, tanto en el tema a tratar como en las circunstancias personales del protagonista que es casi un sosias del creado por el autor japonés.

La ligereza de la que acusan algunos a dicho obra de García Márque, no deviene de su brevedad, como apuntan, o de su ligereza literaria, sino de la falta de originalidad, ya que "Memoria de mis putas tristes", al no ser nada más que la recreación del personalísimo universo del autor japonés por parte de García Márquez, carece de esa frescura que toda obra original ofrece cuando es una muestra del propio talento creador de su autor, sin influencias externas.

En cuanto a si la ligereza de la que acusan a "Memoria de mis putas tristes", como otras tantas obras actuales, está motivada por su brevedad o no, creo que no es cierta esa similitud que algunos quieren buscar entre brevedad y "levedad literaria", porque obras mastodónticas en su extensión son ligeras en su contenido, sobrado en palabras y falto en conceptos. Ya decía Baltasar Gracián que: Lo bueno si es breve es doblemente bueno, pero eso no significa lo contrario: que lo malo si es breve sea menos malo o, menos aún, que lo bueno si no es breve, sea menos bueno. La cantidad no es atributo de la calidad; pero sí la calidad es un atributo de la esencia y no de la apariencia. Y la esencia de la obra de un autor no es más que la propia y personal visión del mundo del que él es sólo un espejo que refleja la imagen a tráves de su personal punto de vista y, sobre todo, de su maestría narrativa.

Desde luego, poca o ninguna originalidad ha tenido García Márquez al elegir un tema ya tratado con excesivas coincidencias, sobre todo, por el autor japonés, que fue el creador de la bellísima historia y de sus protagonista. En este caso García Márquez recrea la misma historia; pero aportándole su pluma magistral a la hora de crear atmósferas que es, en definitiva, su característica más genial como autor; aunque la falta de originalidad en la trama argumental no resta un ápice de la calidad literaria de este escritor que la ha demostrado nuevamente.

Excelente obra la suya, anque con la anotación hecha de haberse inspirado en otra ya existente de un autor lejano en el espacio cultural y en el tiempo en el que fue escrita "La casa de las bellas durmientes", más de treinta años atrás. A pesar de ello, la novela de García Márquez no es "ligera" por su corta extensión, sino porque, al leerla, cualquier lector avezado nota que esa historia y sus protagonistas le suenan demasiado y eso le resta la frescura y el peso específico de cualquier obra original y auténtica de un escritor de talla demostradamente genial como es el caso de García Márquez.


Ana Alejandre

Y dijo...

Nunca me jactaré de los libros que he escrito; eso que lo hagan otros. Sólo me jactaré de los que he leído. (Jorge Luís Borges).

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Lecturas escogidas - Mi canon


Mi canon literario

Son quince obras de lectura y relectura placentera y deseada, aunque hay muchas otras igualmente válidas para estar en el canon. Sólo he indicado
esta quincena; pero podían ser más.

El Quijote (M. de Cervantes)
El Buscón (F. Quevedo)
El Rey Lear (W. Shaskepeare)
Madame Bovary (G. Flaubert)
Crimen y Castigo (F. Dostoievski)
Ulises (J. Joyce)
El Extranjero (A. Camus)
El Libro del Desasosiego (F. Pessoa)
La insoportable levedad del Ser (M. Kundera)
El coronel no tiene quien le escriba (G. García Márquez)
Rayuela (J. Cortázar)
La colmena (C. J. de Cela)
Juegos de la edad tardía (Luís Landero)
Las uvas de la ira (J.Steinbeck)
Pedro Páramo (Juan Rulfo)

No están todas las que son; pero sí son todas las que están.

Aconsejo su lectura a quienes aún no las hayan disfrutado.




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15 abril 2006

Aforismos


Aforismos insolentes



El hombre no es una animal bípedo, afirma a el pesimista misógino, sino que es solo un animal, a secas.

Dicen que el amor es eterno para los amantes, duda el cínico; pero no hay ninguno que viva tanto tiempo para que pueda comprobarlo.

Cada ser humano se siente único y especial; pero siempre se irrita cada vez que le llaman “raro”.

La mujer hermosa se queja de que todos la alaben sólo por su belleza; pero no soporta a quien pone en duda o ignora su atractivo.

El hombre y la mujer se atraen por sentirse distintos; se enamoran por descubrir coincidencias y se acaban odiando cuando comprenden que son iguales.

No existe mayor desgracia que creer que los otros son más felices.

El hombre es superior a la mujer, afirma el machista; pero la mujer lleva miles de años esperando que se lo demuestre.

Cuando se envía una postal desde un lugar exótico, no se hace por nostalgia de quien la recibe, sino para que compruebe el destinatario que el remitente “si está allí”.

Muchas veces, dos que se odian se unen contra un tercero al que consideran más fuerte, inteligente o superior.

La mordacidad ajena nunca tiene límites para ridiculizar o criticar los propios defectos cuando se ven reflejados en los demás.

El perdedor siempre es culpable de su derrota, a vista de otros; pero el ganador nunca es merecedor de su victoria, según opinión de los perdedores.


El hombre y el mono parecen proceder de un tronco común; la única diferencia visible, a juicio de los pesimistas, es que los monos aún siguen prefiriendo vivir en las ramas.

Ana Alejandre

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