Un nuevo año
Después del largo, larguísimo, paréntesis navideño, ahíto de turrones, cava y mazapanes, y del retraso en la actualización de este blog por otras cuestiones, vuelve A vuelapluma en estos días escarchados por el frío y por las noticias políticas terribles matizadas de atentados terroristas y nuevas amenazas a la paz ciudadana, y nos enfrentamos a otro año que, como todos los ya pasados y los venideros, siempre es una promesa abierta y generosa en la que se hacen múltiples proyectos y nacen esperanzas personales y generales de las que el tiempo determinará su posible cumplimiento o la frustración consiguiente a su fracaso; así como los problemas que surgieron en el año anterior, por esa elasticidad que posee el tiempo que no entiende de barreras ni límites artificiales, pasan al nuevo año a través del cauce formado por el simple discurrir de los días, pero casi siempre acompañados por la esperanza incierta de su posible solución, o su fin, acorde con las esperanzas puestas en ello.
De todas formas, cada año es siempre el inicio de una nueva etapa en esta división del acontecer al que llamamos tiempo en la que es posible que se repitan los mismos errores, las mismas frustraciones y también algún que otro logro que dé nuevos bríos para proseguir en la tarea siempre renovada que es vivir y cumplir con los afanes que la propia vida conlleva.
En el plano literario las nuevas obras inundan las librerías en una sucesión infinita de títulos y autores que le aportan al mercado editorial el dinamismo que todo el año tiene, pero que se acentúa en las Navidades en las que los libros son elemento seguro para regalar y recibir, por los que los grandes y medianos sellos editoriales se esfuerzan por llevar hasta los lectores sus novedades que se irán incrementando a lo largo del año, marcando otro hito importante en el ciclo de las superventas editoriales el de la Feria del Libro, evento que atrae a editores, libreros y autores a las casetas ante las que se arremolinan los lectores de todo el año, pero sobre todo los que tienen unos ciclos de lecturas que siempre coinciden con las fiestas navideñas y el certamen librero, por eso de que leer también es una moda estacional y esa misma inercia atrae a los lectores esporádicos ante las nuevas y múltiples ofertas en letra impresa. Siempre es preferible que se vendan y lean los libros, aunque tenga que ser con los ritmos que marcan las diferentes festividades y eventos aunque sean cíclicos y pasajeros, a que no se atraiga a los potenciales lectores a un sector cada vez más hipersaturado como es el del libro, con continuas ediciones y reediciones que ofrecen un amplio abanico de posibilidades al público lector, aunque sea una minoría la que formamos quienes compramos y leemos los libros a lo largo de todo el año sin atenernos a ciclos, festividades o temporadas.
España es el tercer país de Europa en número de libros editados anualmente, pero uno de los que tiene una menor tasa de lectores, por lo que bienvenidos sean cualquier motivo para acercar a los potenciales lectores hasta los libros que es siempre una unión fructífera porque quien lee un primer libro, será lector de un segundo por curiosidad, por interés o por simple seguimiento de la moda imperante de leer tal o cual obra que se ha convertido en referente obligado para quienes gustan de estar a la moda. Ese fue el caso de la obra “El código da Vinci”, de Dan Brown, perfecto resultado de una buena labor de publicidad editorial sin entrar en consideraciones sobre su posible calidad literaria, porque lo importante es que atrajo a un gran número de lectores que nunca antes habían leído un libro de narrativa, aunque en este caso fuera de historia-ficción con todos los ingredientes de suspense, intriga y esoterismo que siempre atrae a un buen número de lectores, aunque sea una obra muy discutible en todos los aspectos.
Por eso, aprovechando el tirón navideño del libro-regalo, hay que desear que quienes han regalado o recibido un libro en estas fiestas pasadas no sólo lo lean, sino que su lectura les incite a leer otros, sean cuales fueran los títulos y autores elegidos, porque la lectura es un hábito que se inicia con un libro y se va a asentando con los siguientes hasta convertirse, poco a poco, en una actividad imprescindible para quien busca en la página de un libro distracción, conocimiento, o simple información, que son siempre las que proporcionan la clave para conocer mejor al mundo en el que habita y al propio desconocido que cada lector es siempre para sí mismo.
Ana Alejandre
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