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27 enero 2011

"La colmena", de Camilo José Cela


La colmena
Camilo José Cela
Alianza Editorial, Madrid, 1998.

Esta novela, una de las más emblemáticas de Camilo José Cela, se sitúa en un café madrileño de la década de los cuarenta, y a través de sus personajes vamos conociendo las penurias de la época, recién terminada la Guerra Civil, además de sus propios problemas personales y, como telón de fondo de todo ello, se van reflejando las costumbres de la España de la posguerra.
Se puede vislumbrar en esta novela la estructura de otra obra célebre del siglo XX como es la de Mahattan Transfer, del escritor norteamericano John Dos Passos, en cuanto a que las diversas historias que se encuentran en esta novela americana van entretejiendo la trama narrativa, ofreciendo un claro mosaico de la vida de una comunidad que, como sucede en La Colmena, es la auténtica protagonista de la obra. Ello se pone de manifiesto en la intencionalidad de Cela que titula a la obra como una colmena en la que viven, conviven y malviven toda clase de personajes, algunos con toques intelectuales y otros patéticos, tristes, sin faltar la nota autoritaria que representa la dueña del café, doña Rosa, que conforman una galería de personajes con vida propia, pero que también son prototipos de una época y de una sociedad maltrecha por la guerra que había asolado al país y a las propias vidas de los ciudadanos.
Se puede afirmar, por ello, que La Colmena es una novela coral ya que está compuesta por las historias de muchas decenas de personajes, aunque siempre hay protagonistas y personajes secundarios, como sucede en obras de esta misma característica y, por ello, se puede hacer difícil la lectura por el entrecruzamiento de historias, vidas y situaciones, y por la mayor o menor importancia o interés que pueda despertar al lector todas ellas. Como toda novela coral hay pasajes mejor conseguidos que otros, ya que es imposible que una novela de esas características mantenga el mismo ritmo narrativo a lo largo de todas sus páginas.
Hay pasajes en las que el lector se queda con la incógnita de cuáles son las razones o motivos de ciertas situaciones que atraviesan algunos de los protagonistas, como puede ser la persecución policial que sufre el periodista o escritor Martin Marco y puede ser un recurso estilística del autor con el que brinda al lector la posibilidad de que piense o deduzca si es un problema político o, simplemente, delictivo. Con ese dejar a la imaginación del lector las múltiples posibilidades de las situaciones, Cela parece inaugurar la novela abierta, es decir, aquella en la que el escritor sugiere ciertas evidencias, pero dejando al lector que trate de construir un puzle con las piezas en forma de datos o indicios que el escritor apunta. Esta indefinición, que no se sabe si es voluntariamente buscada o sobrevenida en la escritura de Cela, se repite en otros personajes, como si Cela quisiera jugar con el misterio y empujara al lector a buscar las coordenadas que le expliquen el porqué de tantas incógnitas y de situaciones no definidas , lo que puede hacer la lectura de esta obra muy sugerente para cierto tipo de lector que no quiere que le den todo hecho y sí prefiere una cierta participación en la historia que lee y que en su imaginación recrea, lo que es otra forma de crear.

Por otra parte, la prosa es muy clara, sobria y ajustada en sus expresiones, estilo muy propio  de Cela que quiere huir de todas las florituras y busca la sencillez de la expresión, lo que le da una mayor contundencia y efectividad. No hay que negar que Cela, que fue el creador del estilo llamado “tremendismo”, es también un escritor de una prosa prodigiosa en su concreción, sencillez y dominio del lenguaje. Por ello, aunque describa las situaciones más atroces en su crudeza, utiliza un lenguaje claro en la exposición de las taras físicas, morales o psíquicas, pero sin regodearse en ello, ni caer en la brutalidad de la forma, sino sólo en el fondo. Aunque hay alusiones, y muchas, al sexo, Cela nunca cae en la vulgaridad, en lo zafio, y las alusiones a situaciones sexuales siempre están veladas por una cierta cautela y nunca de forma explícita. Esto se podría explicar por la censura que no permitía alusiones directas a los temas sexuales, políticos, sociales, etc. 

La colmena, pues, es una novela que refleja a la perfección la España triste, pobre y desolada después de la Guerra Civil, en la que aparecen reflejadas las mil y unas maneras de salir de la miseria que tenían al alcance los protagonistas de la novela y del mundo real como era el estraperlo, los trapicheos y la búsqueda de la propia supervivencia de todos los modos y maneras aunque no fueran demasiado legales ,y por ello, fue prohibida en España por la censura ya que la calificaban de pornográfica, inmoral, brutal y otras descalificaciones que demostraban que la novela reflejaba una realidad auténtica y no falseada que molestaba a las altas instancias del poder.

Esta novela ofrece muchos diálogos, muchos de ellos muy naturales, espontáneos, pero por eso mismo, pueden sonar al lector algunos de estos diálogos como un tanto arcaizantes en algunas de sus expresiones, por lo que no se debe olvidar que Cela es un clásico del siglo XX que se expresa en un castellano que tiene las resonancias de los escritores de la generación de 98, a la que algunos críticos lo han querido asimilar, a pesar de la diferencia de edad y estilo, y que el propio escritor ha rehusado. En su estilo se advierte, además, que, aunque ofrece muchas descripciones, son siempre muy concisas, con el propósito de configurar el escenario en el que se desarrollan las diversas situaciones, pero no convierten a éste en un protagonista más de la obra como sucede con las novelas de un realismo descriptivo del que Cela se aparta.

La colmena es una gran novela de un escritor que encontró, en la época en la que fue escrita, gran cantidad de cortapisas en forma de censura y condicionamiento político para dar rienda suelta a su innegable talento creador que se pone de manifiesto, a pesar de ello, en esta novela que es muy significativa en el conjunto de su obra y que constituye la expresión genuina del gran escritor que fue Camilo José de Cela.



Anécdotas y citas de Camilo José Cela


Camilo José  Cela

Era de todos conocido el carácter de este gran escritor español en el que destacaban las respuestas ingeniosas y aceradas. A continuación se exponen varias anécdotas de este insigne autor de las letras españolas que ilustran sobradamente su talante, así como algunas de sus innumerables citas:

Anécdotas:
En su etapa de senador de designación real, le sucedió que se quedó dormido en una de las sesiones de la Cámara Alta y fue reprendido por el Presidente:
-Sr. Cela, está usted dormido.
A lo que el aludido respondió rápidamente:
-No, señor, no estoy dormido; sólo estoy durmiendo.
-¿Acaso no es lo mismo? –le respondió el Presidente.
-¡Claro que no es lo mismo!, porque no es igual estar dormido que estar durmiendo, como tampoco es lo mismo estar jodido que estar jodiendo.
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Una vez que estaba en la tertulia del famoso Café Gijón, a la que era asiduo, se le acercó un cliente que le dijo:
-Mire usted, señor Cela, acabo de apostarme mil duros a que soy capaz de tirarle de la barba. Ayúdeme a ganarlos, por favor.
Cela, dando una última calada a su cigarrillo y sin perder la compostura, le respondió impertérrito:
- Mire usted, joven, le voy a decir lo que pierde y lo que gana con su apuesta: pierde usted los mil duros y se gana una patada en los cojones..
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En uno de sus muchos viajes a Galicia, su tierra natal, fue invitado a ser entrevistado en la televisión gallega. Cela acudió a la cita de muy buen humor, pero tuvo la mala fortuna de encontrarse ante un entrevistador poco avispado que le preguntó: 
-Dígame, señor Cela,¿ se considera usted un escritor gallego?
Cela que ya estaba acostumbrado a estas preguntas tontas y queriendo no dejar defraudado al público que esperaba una respuesta rápida y contundente de él, respondió:
-¡Hombre, usted verá! Soy escritor y soy gallego, por lo que debo de ser un escritor gallego, salvo que sea un maricón chino, usted verá…

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En relación con la fama que tenía Cela de mostrar siempre un gesto adusto y poco dado a las sonrisas, explicó en una de las muchas entrevistas que concedió:
-No me he dejado entrevistar nunca con una sonrisa, porque no quería despistar a los historiadores del futuro.


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Cuando le fue concedido el Premio Nobel de Literatura, en la rueda de prensa celebrada al efecto, un periodista le preguntó:
-Sr. Cela, ¿le ha sorprendido que le concedieran el Premio Nobel de Literatura?
-¡Muchísimo!, sobre todo porque me esperaba el Premio Nobel de Física –respondió Cela, desabrido.


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En una reunión de la alta sociedad a la que asistía Cela, a pesar de su desagrado por ese tipo de actos sociales, tuvo que soportar a su lado a una encopetada señora que le hacía muchos comentarios cursis y vacuos que terminaron por agotar la paciencia de Cela ante tanto bobería ramplona, trufada de falso esnobismo. Harto de tanta tontería, soltó una de esas flatulencias que son propias de vientres tan abultados como los que lucía C.J. Cela. La señora, espantada ante aquel sonido horripilante, se quedó en silencio, lo que aprovechó Cela para acercarse a ella y, sin perder la compostura, le dijo en tono de complicidad susurrante:
- No se preocupe, señora. Diremos que he sido yo.

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Citas de C.J. Cela:
  • “En España, el que resiste, gana”.
  • “El humor es la gran coraza con la que uno se defiende en este valle de lágrimas”.
  • “Hay que hacer las cosas que uno cree que debe hacer, y si a alguien no le gusta, pues mira…”.
  • “Hay mucha gente que no es auténtica y que no hace esfuerzo alguno por serlo. Esto es, que hace un arma de su propia falsedad. Esto es malo para todos. Ahora, en el pecado llevan la penitencia, porque peor que para nadie es para ellos mismos”.
  • “En absoluto busco la brillantez del estilo. Lo primero que hace falta es tener un estilo personal”.
  • “Para mí, lo más importante, es la fidelidad de mis colaboradores, no te quepa duda ninguna, la valora y la tengo siempre en cuenta”.
  • “Soy un sentimental que recibió una educación antisentimental”.
  • “No dudes que la realidad supera a la ficción, sobre esto no hay duda ninguna”.
  • “Un libro, hasta que no se publica, no sabes lo que has hecho. Ni siquiera sabes lo que es”.
  • “El autor habrá de jugar a la permanencia, aunque por encima de él están sus personajes que acaban sobreviviendo al autor”.
  • “Yo no creo en la improvisación, ni en la espontaneidad, ni en las dotes naturales”
  • “El riesgo es representar el papel que no nos corresponde”.
  • “Yo no creo que el desnudo sea ruborizante, ni siquiera ruboroso”.
  • “Los premios (literarios) comerciales son como la prostitución. Sólo se salvan los no comerciales como el Cervantes”.
  • “España es excesiva: ¡O te joden o te suben a los altares!”
  • “España me parece un país pasmoso, difícil, paradójico, confuso, pero quizás todo esto le añada mayor encanto!”
  • “Porque en España las izquierdas son de derechas y las derechas son iconoclastas”.
  • “Entre la inteligencia y la bondad, prefiero la inteligencia, sin duda…”
  • “Me decía un cura gallego amigo mío, muy sensato: ’Mira Camiliño Josesiño, eso de que tenemos que ir dejando los vicio, que dicen mis colegas, no es verdad, no hagas caso.¡Ya son los vicios los que nos van dejando a nosotros!’ Tenía razón”.
  • "¡Para qué vas a dar consejos! Te conviertes en una especie de abuelo Cebolleta contando sus batallitas”.
  • “Yo fui uno de los cuatro españoles que tuvimos el triste privilegio de bajar el cadáver de Baroja cuando murió, en la calle Ruíz de Alarcón, detrás del Rtiz, en Madrid”.
  • “Cada vez es uno más el tópico de sí mismo. Baroja se murió siendo el tópico de Baroja; Azorín se murió siendo el tópico de Azorín y Valle-Inclán se murió siendo el tópico de Valle-Inclán”.